Simplemente párate a pensar si crees que un físico que estudia el origen del universo o la física de las partículas elementales, puede tener la misma visión del sentido de la vida que un poeta. O piensa si un antropólogo de los que trabaja en las ruinas de Atapuerca, o un biólogo de los que manipula el ADN de las especies, puede sentir lo mismo que el párroco de un pequeño pueblecito, o lo mismo que un terrorista que se inmola en un atentado.
Yo creo que no piensan lo mismo. Pero hay mucho más. Volviendo a estas profesiones punteras, imaginaros lo que deben pensar aquellos que están tratando con las claves de la vida, los físicos que ya tiene prácticamente claro como se formó el Universo, que cada dato que envía una sonda espacial, cada medida que realiza el último telescopio, viene a confirmar y a concretar en cifras el momento del BigBang, las cantidades de masa, el tamaño y la composición del Universo. Si nos vamos del lado de la biología, nos damos cuenta que los humanos no somos más que unos animales un poco más evolucionados. Nuestro ADN es común en gran medida al de una mosca y prácticamente igual al de un mono. Simplemente hemos tenido la suerte de desarrollar un cerebro lo suficientemente potente para tomar conciencia de nuestra existencia y superar enormemente al resto de las especies. Sobre lo que diferencia al hombre del resto de los animales, los científicos no se ponen de acuerdo. Muchos animales tienen una cultura que trasmiten dentro de su manada, otros saben hacer herramientas, otros tiene un lenguaje de comunicación entre ellos. Lo que si está claro es que nosotros los humanos, tenemos todas esas habilidades a la vez y además muy aumentadas sobre el resto de los animales. Somos la especie dominante en la Tierra.
Con los argumentos anteriores, para razonable pensar que también existiría la posibilidad de que un animal se planteara el sentido de la vida. Aunque no puedan, al menos tienen el mismo derecho que nosotros. Si le preguntas a un biólogo experto en ADN, te confirmará que un chimpancé tiene casi el 99% del derecho que tú tienes a plantearse el sentido de su vida. Si juntas a un antropólogo de Atapuerta y a un abogado de la ONU experto en derechos humanos, los encierras en una habitación y les dices que discutan si el hombre de Neandertal, que empezaba a hablar con un lenguaje tosco, y destripaba con piedras afiladas a los animales, tendría derecho a que se le aplicaran los derechos humanos, probablemente acabarían poniéndose de acuerdo en que sí. Precisamente este fin de semana se ha publicado un reportaje divulgativo en el diario El País sobre los Neandertales, que habitaron Europa hace 200.000 años y que todavía no sabemos como desaparecieron, para ser sustituidos por el Homo sapiens que colonizó Europa.
Reconstrucción de un niño de Neandertal
Como la evolución, tanto del Universo, como de las especies en la Tierra es un proceso tan lento y tan progresivo, resulta muy difícil determinar el punto de inflexión que nos hace especiales, que nos da derecho a plantearnos el sentido de la vida y que nos da la libertad de disfrutar de la misma y reflexionar en todas estas cosas.
¿Y cómo hemos llegado hasta lo que somos? Pues básicamente, por la evolución de las especies. ¿Y como evolucionan? Por combinaciones aleatorias de ADN. Si la combinación que se forma cuando nace un nuevo individuo produce una vida más adaptada del mismo al entorno del planeta Tierra en el que vive, pues se reproduce más, y va mejorando la especie en detrimento de otras mutaciones menos válidas.
¿Entonces nuestra vida que es? Básicamente un proceso aleatorio, resultado de otros procesos aleatorios anteriores. Cuando nacemos se inicia el proceso aleatorio de nuestra existencia. Como buen proceso aleatorio tiene una media que se traduce en los diferentes aspectos del físico de nuestro cuerpo y de nuestro cerebro. Es decir, nacemos condicionados por la mezcla aleatoria de los genes del ADN de nuestros padres y además ligeramente mutados. Pero a partir del nacimiento nos incorporamos al mundo y se inicia el proceso aleatorio, la media ya la tenemos, pero la varianza es también muy alta. La educación, el entorno, la situación social y la propia varianza del proceso aleatorio determinarán nuestra vida. La misma podrá ser larga o corta, pero siempre tiene un final.
Muchas veces las personas se quejan de que la vida es injusta, o que está siendo injusta con ellos. Si te ocurre eso piensa que la vida no es justa ni injusta, no es nada más que un proceso aleatorio. ¡ Disfruta de su realización y controla la varianza !
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