viernes, 19 de octubre de 2007

Sarah Chang

Después de un día desapacible donde no había parado de llover, salía de casa a poqueta nit bastante animado. Podía haber ido andando, pero sobre todo por la pereza de la vuelta mucho más tarde y por algo de miedo a que volviera a llover, cogí el coche. Aparqué bastante antes de llegar, porque justo en la puerta se hace difícil, por lo que el coche se quedó a dos tercios de distancia de mi casa y a un tercio de donde iba. Al salir del vehículo noté que el tiempo había mejorado mucho, las nubes casi se habían ido y empezaban a verse las primeras estrellas.

Pero la estrella de hoy todavía no había salido. Lo haría dentro de unos 25 minutos. Apreté el paso para llegar pronto y tener tiempo de tomarme un café antes de empezar. Desde lejos ya veo el tumulto en la puerta, en teoría estaban todas las entradas vendidas desde el día en que se pusieron a la venta, pero he podido conseguir una el mismo día del espectáculo. Entro y en el mostrador de taquilla pido la mía. Me la dan en un sobre junto con el resguardo de pago con tarjeta. Miro impaciente el asiento que me han dado; se que es en el anfiteatro pero no me han podido confirmar la fila. Es la 7, y un poco descentrada. Al principio me decepciono ligeramente, pero enseguida me alegro de haber podido conseguir la entrada. Me hubiera gustado tener una en platea en las primeras filas y haber podido ver de cerca a Sarah Chang, pero conseguir la entrada ya ha sido bastante complicado.

Esta temporada 2007/8 será muy interesante y plagada de buenos conjuntos y artistas en el Palau de la Música de Valencia, porque el edificio y la institución cumplen 20 años. Recuerdo muy bien cuando se inauguró este edificio. Fue en abril de 1987 y era entonces alcalde Ricard Pérez Casado y presidente de la Generalitat Joan Lerma. El arquitecto del edificio le puso en la fachada que da al jardín del Turia una bóveda de cristal, que integra dicho jardín con el edificio a modo de los palacios de cristal que se hacían en las principales ciudades europeas a finales del XIX y principios del XX.

Pero Valencia no es el norte de Europa, y esta bóveda de cristal se hizo notar en el primer verano del edificio, generando un fuerte efecto invernadero y unas temperaturas interiores demasiado altas. Recuerdo que la oposición utilizó este fallo para criticar duramente al alcalde. El fallo se solucionó poco después instalando unas grandes cortinas deslizantes en la cristalera curvada y mejorando el sistema de aire acondicionado. Desconozco cuanto costó esto, pero estoy seguro que bastantes órdenes de magnitud menos, que todos los errores, replanteamientos, modificaciones, alteraciones, chapuzas varias, retrasos e inundaciones (esta misma semana) que ha tenido el Palau de les Arts. Pero el tema del Palau de les Arts es tan sumamente escandaloso que no da tiempo a contarlo en este blog y otro día hablaré de él y de su acústica.

Hablando de acústica, tras la construcción del Palau de la Música se pudo comprobar lo bien que sonaba su sala principal (la Iturbi). Tanto los músicos locales, como los grandes directores y artistas que vinieron a tocar o cantar la alabaron.

Plácido Domingo dijo:

El Palau es un Stradivarius.

Montserrat Caballé dijo:

Es una sala fantástica, tiene una acústica maravillosa. He ido girando con la voz hacia todas las direcciones y puedo decir que es lo más bello que jamás he oído.

El resultado fue tan fantástico que la sala del Auditorio Nacional de Música en Madrid fue encargada al mismo arquitecto y se diseñó a imagen y semejanza de la de Valencia aunque algo más grande. Gracias a esto, a pesar de que mi localidad, dentro de las caras, no tenía el emplazamiento perfecto, pude gozar de un sonido de mucha calidad.

En la primera parte, la English Chamber Orchestra que presentaba una formación de 24 músicos, inició la sesión con un Concerto Grosso de Vivaldi bastante cortito. Se retiraron 13 de ellos para quedar una formación con 11 músicos tal como marcó Bach para su concierto de Brandemburgo nº 3. Tres violines, tres violas, tres vilonchelos, un contrabajo y el clave se situaron en corrillo, sin director, y empezaron unas de mis piezas favoritas de Bach. Los conciertos de Brandemburgo son preciosos, pero el tercero es uno de mis favoritos. Tocaron impecable, al estilo inglés, sonaba exactamente igual que en los CD que tengo de esta pieza. Si acaso se diferenciaba el clave, que en directo siempre suena más débil por naturaleza, y en los CD los técnicos de mezclas siempre le dan un poco más de volumen. Acertadamente los técnicos del Palau habían cerrado las áreas de absorción de la zona alta de la sala con los paneles móviles al efecto, aumentado de esta forma el tiempo de reverberación y contribuyendo a que estas piezas barrocas luzcan más.

Durante el descanso me estuve fijando en el tipo de gente que va a estos conciertos. Generalmente personas por encima de los 50, bien vestidas la mayoría, algunas con ropas caras. Gente de mi edad prácticamente no había. Algunos adolescentes acompañados de sus padres si que vi, quizá estudiantes de algún instrumento de cuerda a los que sus padres han traído al concierto de la Chang para que les anime en su afición. Es divertido especular sobre la gente en estos momentos muertos en función de lo que estás viendo, aunque yo no tengo mucho ojo para esto.

Sonaron las campanas y entré enseguida. Algunas personas maleducadas se retrasaron mucho en entrar, apurando el cava y los canapés que pueden comprar en el intermedio del concierto, y molestaron a la gente que estaba sentada, entre ellas una señora muy antipática que se sentaba delante de mí. Esta señora (de las que van más a lucirse que a oír música) me lanzó una mirada asesina al antes de iniciarse la primera parte porque le rocé su permanente con mi cazadora, cuando me la quité. Ahora ella nos molestaba de verdad a todos entrando justo cuando la orquesta ya estaba sentada esperando la inminente salida de Sarah.

Pero enseguida salió Sarah. Iba muy elegante con un vestido blanco de gasa hasta los pies, y un corpiño negro de encaje. Lástima que mi media dioptría no me dejara distinguir bien todos sus rasgos, pero desde donde estaba ya se intuía su belleza oriental.

Tocó las Cuatro Estaciones de Vivaldi de forma soberbia. Con algunos rasgos particulares que no había oído en ninguna de las diferentes grabaciones que tengo de esta obra universal, pero que me gustaron mucho. En el primer movimiento del Verano golpeó por dos veces el suelo con el pie. No se si lo hace siempre o fue porque pensó que como estaba en España quería darle un aire flamenco. Los movimientos más lentos los tocó bien, pero me gustaron más los enérgicos.

La gran acústica del Palau ayudó a percibir todos los detalles del timbre de su violín incluidos los ruiditos de manipulación que siempre se escapan. Era impresionante el sonido que llegaba al anfiteatro. Todo el mundo aplaudió a rabiar al final del concierto, salvo un señor de la primera fila, que es abonado y que se le conoce porque nunca aplaude.

Salí rápido para casa. La noche estaba templada y agradable, ya no había ninguna nube en el cielo, y se veían las estrellas, las pocas que el potente alumbrado público de Valencia (debe ser el más fuerte de Europa) deja apreciar.

Cogí el coche y empezaron las noticias de las 10 de M80. Daban una noticia bomba: Joan Ignasi Pla dimite y una gestora presidida por Joan Lerma se hará cargo del PSOE hasta después de las próximas elecciones. ¡Vaya! que casualidad, había estado pensando en su nombre al entrar, y ahora vuelve a sonar por otra cosa. Casualidades.

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